La imagen anterior corresponde a una bala que mi esposa recogió esta mañana, en la terraza. Dicha terraza constituye nuestro lugar de escape; el sitio que nos permite estar al aire libre, de noche, sin correr peligro alguno (o por lo menos eso pensábamos). Solemos instalarnos allí cuando comienza a atardecer, provistos de unos tragos, a escuchar música y a hablar pajita. Nos sentimos felices, si me perdonan la puerilidad.
Pero ahora llueven balas. Del cielo caen proyectiles, salidos del arma accionada por algún irresponsable. No es la primera vez que ocurre: ya en otra ocasión encontramos una bala, justo la mañana siguiente a una fiesta que una de nuestras hijas celebró precisamente en la terraza. Suponemos que La bala de hoy fue disparada al aire, pues está bastante bien conservada, es decir, sin las deformaciones que tendría de haber sido disparada hacia un objeto cercano. No se nada de armas ni de municiones: supongo que corresponde a un calibre pequeño, tal vez 38 o menor. Pero una bala, así venga en caída libre, si te cae en la cabeza puede herirte seriamente, tal vez hasta pueda matarte. No se si ahora podremos instalarnos con la misma tranquilidad en la terraza. Tal vez el fantasma del miedo nos obligue a guarecernos, buscando la protección de las consabidas cuatro paredes.
"Uno de los temas mas abordados por Borges, casi pudiera decir que su ‘leit motiv’, es el laberinto. En su cuento ‘El jardín de senderos que se bifurcan’ propone un laberinto infinito, que se desarrolla en el interior de un libro. Una noche reciente, acabando de releer el cuento en cuestión, me acosté algo inquieto. Tal vez el calor, tal vez demasiado café, posiblemente intrigado por el significado del cuento, no pude conciliar el sueño. Puse mi mente en automático, a divagar, tratando así de burlar el insomnio. Casi fatalmente, llegué al tema predilecto de Borges. Un laberinto infinito. ¿Como crearlo? Debe ser imposible.
A partir del momento en que maquiné mi laberinto infinito, no he tenido mucha paz. No puedo evitar sentir un estremecimiento al escuchar esos balazos que de vez en cuando se escuchan, partiendo la noche".
Pues ese texto, pensado como un ejercicio de imaginación, me vino a la mente con el episodio de esta munición caída del cielo. Uno oye hablar del desarme de la población, así en abstracto, y piensa que es necesario pero utópico. Pero cuando tiene el objeto concreto en la mano, esa bala, entiende que existe la posibilidad real de morir baleado como un mismo pendejo mientras se toma un whiskicito al fresco de la noche, porque a un individuo le pareció gracioso soltar unos cuantos tiros hacia el cielo. Entonces empiezan los escalofríos y se clama por una solución definitiva a este problema. Ojalá el destino no nos depare una bala perdida, ojalá no seamos el punto final del laberinto.
Pues ese texto, pensado como un ejercicio de imaginación, me vino a la mente con el episodio de esta munición caída del cielo. Uno oye hablar del desarme de la población, así en abstracto, y piensa que es necesario pero utópico. Pero cuando tiene el objeto concreto en la mano, esa bala, entiende que existe la posibilidad real de morir baleado como un mismo pendejo mientras se toma un whiskicito al fresco de la noche, porque a un individuo le pareció gracioso soltar unos cuantos tiros hacia el cielo. Entonces empiezan los escalofríos y se clama por una solución definitiva a este problema. Ojalá el destino no nos depare una bala perdida, ojalá no seamos el punto final del laberinto.