jueves, 28 de enero de 2016

Adiós al hermano



A la memoria de José Mercader (26/1/1954 - 28/1/2016).

La vida te da hermanos que no son consanguíneos, pero no por ello menos importantes. Esos hermanos elegidos pueden llegar a ser más cercanos que los reales, y te acompañan en los momentos cruciales de tu existencia.

José Víctor Mercader, Jose para todo el mundo, para mí fue -¡qué triste es usar el tiempo pasado para referirse a él, carajo! -   uno de esos hermanos. Desde el momento en que lo conocí (era 1976, hace la bicoca de 40 años) tuvimos una cercanía que no hizo más que fortalecerse a lo largo del tiempo. Entró a mi vida con el rol de novio de mi hermana, y lejos de tratarme como se trata a un niño de 15 años cuando tienes 21, establecimos una rápida camaradería, gracias a algunas afinidades: la música, el cine, ciertas lecturas. No tenía ningún problema en llevarme a pasear con ellos dos, a pesar de que hubiera podido prescindir de mi presencia sin ningún remordimiento. Pero así era él. Realmente contar con su amistad era genial: constituía la puerta de acceso a ciertas diversiones que de otra manera no hubiera podido conocer, por lo menos a esa edad. ¡Cómo le sacamos el jugo al Fiat 124 de mi hermana! En esos tiempos heroicos de carreteras de tierra y ausencia de puentes en la carretera de la costa, ese carrito nos llevó más de una vez a esas playas solitarias. Y nunca nos dejó botados, que recuerde. ¡Cómo le gustaba manejar, o rufear de acuerdo a su particular vocabulario setentoso! A veces salíamos a más nada que dar vueltas por la periferia de Caracas, sólo por el gusto de la carretera y la noche.

Son miles los recuerdos que uno puede atesorar durante tanto tiempo. El rally de arquitectura de la UCV, en 1977; el viaje a Italia durante el cual hicimos un recorrido por la bota, y no pagamos ni una vez alojamiento ya que dormíamos en donde nos agarrara la noche; el paseo a las islas chimanas con los músicos de la banda de rock Estructura (grandes panas de él en ese momento), en donde debutamos como pareja dominocera y no dejamos títere con cabeza... y así, como esas, muchas otras ocasiones que rememorábamos entre tragos y risas cuando ya éramos más grandes, y  teníamos esposas e hijas. Tal vez nos volvimos más sedentarios, pero nunca más serios. La seriedad no era algo que traficara con mucha frecuencia entre nosotros.

A pesar de la diferencia de edades, cuando Marianella y yo consolidamos nuestro noviazgo también consolidamos la relación con la pareja formada por mi hermana Daniela y Jose. Era muy común que los fines de semana quedáramos para una salida a un restaurant, o a un cine, o incluso, en tiempos difíciles, a comernos un helado en alguna plaza, tan sólo por el placer de estar juntos los cuatro un rato.

Claro que no voy a caer en la exageración de decir que todo fue perfecto. Tuvimos grandes atajaperros, sobre todo ya de mayores, porque uno se vuelve terco e intransigente, y en alguna oportunidad llegamos a distanciarnos. Pero nunca fue por demasiado tiempo, ya que pesaba más la camaradería que las eventualidades que podían surgir. Siempre nos reencontrábamos, en alguna de las fiestas familiares, y todo quedaba zanjado con un abrazo.

Jose tenía el don de conquistar a la gente sin ningún esfuerzo. Siempre tenía un chiste a flor de labios, una chanza, o una frase que como cosa de magia le abría las puertas más cerradas. Claro que ese don de palabra a veces obraba en su contra, con algunas metidas de pata memorables. Que subsanaba enseguida a punta de puro encanto.

Otra de las características que constituían su impronta era su legendario apetito. En sus buenos tiempos podía comer un menú de 4 platos, y preguntar por el postre. Claro, todo con mucho pan. Era la única manera de pasar esas comilonas. No era un gran bebedor, pero sí tenía un paladar bastante particular. Nunca hizo migas con el whisky, pero en cambio adquirió el gusto por el Martini, impuesto desde la época de enamoramiento con la familia política. Se podía instalar con mis padres y bajarse entre los tres jarra tras jarra de ese trago que para mí era imbebible.

Una de sus grandes pasiones fue el cine. Tenía una memoria prodigiosa, en la cual almacenaba la cientos o tal vez miles de películas que había visto a lo largo de su vida, y podía recrear la trama de una oscura cinta de los años cuarenta que hubiese visto en una función de Señor Cine, al filo de la medianoche. Otro tanto ocurría con la televisión: solía contar que en su tempranísima infancia, allá por el año 56, se instalaba a ver toda la programación de los canales que comenzaban a ser parte del día a día, y se calaba interminables documentales sobre la siembra del arroz o comiquitas en su idioma original, generalmente el inglés. Eso no era obstáculo para que las sorbiera con fruición a pesar de no entender los parlamentos: él mismo se creaba la historia.

Ya en el crepúsculo de su vida, Jose se convirtió en lo más cercano a un patriarca a lo que he estado, después de que desaparecieran mis padres referentes. Sus dos hijas junto con sus yernos constituían su entorno, un entorno jubiloso y risueño en donde él campeaba por derecho propio. Su casa era su castillo, tal y como lo proclamaba cada tanto, y en ella lo dejaban reinar, a veces riéndose por debajo por sus pecualiaridades pero por lo general en franca armonía. Pero no era su único feudo, y aquí voy a caer en la infidencia de nombrar un grupo secreto de Facebook llamado muy a propósito "La barra de Jose", una peña en donde decenas de personas hacían y espero que sigan haciendo vida, atendido por sus propios dueños: Jose VicThor, Víctor Albert y el campechano y populachero Pepe Botella, los dos últimos sendos alter egos de Jose. Hoy la barra está cerrada por duelo, pero espero que en un tiempo perentorio vuelva a funcionar para perpetuar el legado de gozo y humor de su creador.

Es injusto que la vida nos haya arrebatado a este singular personaje a tan temprana edad, pero a ella eso no le importa gran cosa. Avanza sin mirar hacia atrás, y lo mismo nos toca hacer a nosotros. Pero siempre recordaremos a Jose, el hermano que escogimos. Buen viaje, y gracias por todos los momentos.

1 comentario:

  1. Mirco, escribes con el corazon......tal vez...solo tal vez....tuvimos entre nosotros, a un Angel del señor. Por lo general, se van muy rapido, porque ya cumplieron su mision en este plano. Siempre estara con nosotros.

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